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El arte de la sociedad misma

  • relatos de una mente vanamente compleja
  • 20 dic 2020
  • 6 Min. de lectura

En nuestra vida cotidiana, los seres humanos, hacemos uso de la mentira, el engaño y el autoengaño para vivir y sobrevivir, para relacionarnos entre los hombres, como método de comunicación, así como símbolo de expresividad. El lenguaje es la herramienta por la cual puede transmitirse una idea, el conocimiento mismo, la realización de un acuerdo, o hasta el engaño y la mentira. Siendo el lenguaje, nuestro principal instrumento y técnica de comunicación.

Como Nietzsche (1996) menciona, nosotros como entes sociales encontramos la forma de mentir y engañar para relacionarnos, pues al mostrar solo una faceta de nosotros a los demás es una forma de engaño, la cual necesitamos para relacionarnos, pues si los demás conocieran todos y cada aspecto verdadero de nuestra personalidad no lograríamos existir y seríamos seres incoherentes e inconsistentes con nuestra personalidad, para lo que se hace uso del arte de fingir, definiendo como engaño la acción de hacer pasar una cosa por otra, una falsedad como verdadera. Otra forma de verlo es a través de lo que es la mentira, la farsa y el engaño, los cuales usamos como herramientas del intelecto, con la finalidad de sobresalir y superar al otro, como medio de conservación, como método de supervivencia y sobrevivencia del más apto frente al más débil, pues aunque somos y siempre hemos sido entes sociales, también somos entes competitivos. De esta manera repudiamos de alguna u otra forma a la verdad y la sinceridad, haciendo el hombre, uso del engaño, la vanidad, el enmascaramiento y la mentira, contra el otro, como contra sí mismo, "sin que su sentido moral haya nunca de impedirlo". Todo por medio de mentiras, las cuales definiremos como afirmaciones ciertas o falsas, con la intención de que no se llegue a conocer la verdad. Como lo hace Natalie, en la película Memento (2000) pues ella aplica la ley de la supervivencia del más fuerte al mentirle a Lenny y decirle que quien le había pegado había sido el novio, lo hizo para conseguir sonsacarle algo a su favor de la condición de Lenny. Pues si la verdad fuera prioridad para nuestra convivencia, no existiría la mentira.

Hay varios ejemplos donde el hombre niega ciertos tipos de mentiras y de verdades, pues solo acepta las que podrían llegar a tener un impacto positivo o feliz en su vida, las que le ayuden a conseguir su objetivo, haciendo uso del autoengaño. Un gran ejemplo de esto, es Lenny en la película Memento, al ser de los pocos que tienen la ventaja o la maldición de autoengañarse, a no estar en todas sus facultades y sufrir de una patología, con la finalidad de poder seguir viviendo en una engaño donde tenga sentido su vida, pues el engaño, lo irreal era mejor que la realidad. Gracias a eso pudo seguir adelante, cumplir su objetivo y tener un impacto positivo o feliz en su vida. (Nolan, 2000)

Sacks (2007) en su cuento, “El discurso del presidente”, del libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, nos demostró que hay diferentes formas de percibir un engaño y que los sentidos, así como la capacidad de entender el fondo (la evocación o la expresividad) o la forma (la prosa) de un discurso, son partes importantes para ser o no engañados. Con su cuento, Sacks nos dice que el estar técnica y teóricamente mal de la cabeza, -sufrir una lesión cerebral como afasia o agnosia tonal, quienes solo pueden entender una parte del discurso, ya sea el fondo o la forma respectivamente- te hace que no seas susceptible al engaño, en cambio nosotros que no sufrimos de ningún mal, no somos impunes al engaño y aun así somos los que tenemos la capacidad de apreciar todo el panorama, lo que nos hace preguntarnos ¿Quién es en realidad el que está mal de la cabeza? ¿De verdad nosotros no sufrimos ninguna lesión? Todo esto nos hace darnos cuenta de que para ser engañado, se necesita el tono engañoso, junto con el uso engañoso de las palabras. Nos demuestra que para transmitir una idea o un conocimiento al comunicarlo, la prosa, como su expresividad del mensaje, son igualmente importantes y que una forma de autoengañarse y de no sucumbir al engaño, es si sufres una patología. Pues para que se pueda considerar autoengaño tiene que ser voluntario, pero al final no recordar que uno se engañó, un gran ejemplo de esto es Lenny en la película de Memento. Lo que también puede referirse a la única forma de autoengaño que todos sufrimos, pero que no puede exactamente nombrarse autoengaño, es que todos nos contamos historias y somos la historia que nos contamos, como los recuerdos no son muy precisos y pueden ser fácilmente distorsionados y todos ellos tienen sentido gracias a las emociones que nos generan o generaron. Por eso es necesario digerirlos y confiar, no confiar demasiado en ellos, porque al final siempre podemos vivir en una mentira y llegar a engañarnos de una u otra forma, si es que así se le puede llamar. Para poder tener una historia que contarnos.

Desde los principios de nuestra existencia, nos hemos engañado a nosotros mismos por medio de convenciones consolidadas, como lo es nuestro lenguaje. Al crear concepciones y acepciones para darle todo un significado a una palabra. “(El creador del lenguaje) se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas apela a las metáforas más audaces.” (Nietzsche, 1996). De esta manera, al crear el lenguaje, una construcción social, hacemos uso de las metáforas, para darle un significado, un símbolo, una expresión y todo un sentido a una sola acepción, nos estamos limitando al concepto. Todo parte de una metáfora, todo es una mentira fundamental, porque a una palabra fabricada por nosotros, le atribuimos un significado, y lo convertimos en concepto. Este concepto ya es una metáfora, pues nos engañamos a nosotros mismos al pensar en eso. De esta forma nos damos cuenta de que la percepción correcta del lenguaje, no existe, es contradictoria gracias a las diferencias de las mismas percepciones, perspectivas, lenguajes, sociedades e individuos. Pues como dice Nietzsche (1996), “La verdad no es nada más que un juego entre nosotros”. Nuestras relaciones y nuestra vida están basadas en la mentira fundamental.

El hombre mismo, se miente, al creer que su única realidad es gracias al lenguaje creado por el mismo y a sus compatriotas terrícolas. Pues "entre dos esferas absolutamente distintas, como lo son el sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión, sino, a lo sumo, una conducta estética". (Nietzsche, 1996). Pero no solo fuimos creadores del lenguaje, así como creamos -gracias a nuestro intelecto- los idiomas tal como los conocemos hoy en día y utilizamos para comunicarnos, también hemos sido creadores de la música, de historias, pinturas, obras de teatro, todas y cada una de ellas obras de arte e invenciones del hombre, quien las creó como forma de engaño, de mentira, para lograr estar, conocer y apreciar otras realidades diferentes e inexistentes, como forma de expresión, de desahogo y de comunicación.

De este modo el conocimiento del uso del arte del lenguaje -creado por él hombre mismo-, para el engaño de otros individuos es el mismo arte de la sociedad misma. Por consiguiente, se puede concluir, que para relacionarnos, para vivir cada día, para salvarnos a nosotros de nosotros mismos, como de nuestros adversarios y compañeros es necesario mentirnos, es necesario engañarnos, pues sino nos perderíamos en la cordura, o tal vez lo hacemos para no perdernos o porque ya nos perdimos. Como pudimos darnos cuenta, el engaño, el autoengaño y la mentira son importantes para coexistir y ser coherentes con nuestras personalidades, para convivir, para lograr sacar algo bueno de las situaciones por nosotros mismos, porque vivimos en un mundo en el que nos regimos por la ley “el que no tranza, no avanza”, porque tenemos que probar que somos mejores y más fuertes que el otro, para lograr un impacto positivo y feliz en nuestra vida, cumplir nuestro objetivo, para las relaciones interpersonales, para tener una historia en la que podamos confiar de alguna u otra manera, para poder seguir viviendo nuestra vida, para poder realizar la mentira fundamental en la cual vivimos y no conocemos otra manera de hacerlo, para poder tener una historia que contarnos, como medio de protección a nosotros mismos y de los otros, para poder comunicarnos, expresarnos y desahogarnos. A todo esto le podemos llamar el arte de la sociedad. Pues el engaño, mentira y autoengaño de uno y de otros individuos, consiste en el mismo arte de la sociedad misma Y el que diga que nunca ha mentido, miente, y el que diga que nunca ha engañado, engaña, así como yo lo estoy haciendo al escribir este ensayo.

Bibliografía:

Nolan, C. (2000). Memento.

Nietzsche, F. (1996). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos.

Sacks, O. (2007). El discurso del presidente. En El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Barcelona: Anagrama.

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Daniela Montoya G

 

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